La ética de postal

El otro día creí romper un vínculo con una persona. Una de esas relaciones que piensas que jamás se romperán, que serás amigo de esa persona para siempre y que cuando tengas ochocientos años, podrás recordar a esa persona porque no ha sido una más de todas las que se han cruzado por tu camino. Pues por un momento creí que nunca volvería a compartir un buen momento con esa persona. He de decir que he pasado unos momentos inolvidables con esta persona (tanto por lo bueno como por lo malo)y e incluso consideraba a esta persona como de mis mejores amigos. Sin embargo, este verano comenzamos a distanciarnos, hablábamos de vez en cuando pero de nada importante, el tiempo pasaba y cada vez hablábamos menos y yo sentía como una "barrera" que me hacía pensar que no debía llamar a aquella persona, no por miedo al rechazo, sino por miedo a que le molestase en su nueva vida, en la que yo pintaba menos.
Bueno el caso es que nos fuimos distanciando y pensé que nuestros caminos se habían separado y ya está, y aunque al final no nos hemos distanciado, no puedo evitar el pensar lo entrecomilladamente poco que me importó esto.
Me explico, si me supo mal, joder es una persona a la que pareció mucho y todo eso pero, tampoco me deprimió demasiado, es como si ya lo hubiese asumido. "ha pasado y ya está"-Pensé, pero es que esa actitud me resulta tan odiosa que me veo obligado a buscar una razón a esta conducta. ¿Por qué coño no me importó tanto como esperaba?
Después de pensarlo un tiempo he llegado a la conclusión de que en esta sociedad se nos enseña unas “leyes universales” o mejor, unas conductas de comportamiento que hay que seguir para no ser considerado un maldito hijo de puta. Una de estas sería el apenarse por la pérdida de contacto con un ser querido. Por lo tanto, se puede decir que fingimos un papel que la sociedad nos ha impuesto, y que en realidad somos unos cabrones, o que sencillamente el cabrón soy yo ¿no?
Aun así, como este tipo de cosas me resultan bastante difíciles de ignorar, he de buscar una solución a nuestra “ética de postal”, y tras unas arduas deliberaciones he llegado a la conclusión de que se debería dedicar más tiempo a enseñar a la gente cosas relacionadas con la ética más básica, aquella que nos enseña a ser buena gente de verdad y dejarse de rollos como el comentario de texto, que será importante, pero no tanto como ser una persona buena de verdad.
HASTA LA VICTORIA SIEMPE
ANDRESITO